Un periodista que, en plena crisis de juventud, se hace la pregunta que cambió su vida: «¿Perdonará el Antonio de los 40 años al de 24 no haberlo intentado?». Y venciendo miedos, incertidumbres y la presión por encontrar «un trabajo fijo» decidió apostar por su pasión. La interpretación. Así nació profesionalmente uno de los grandes. 

Nos encontramos con Antonio de la Torre, a escasas horas de estrenar «Que Dios nos perdone». Una película que, llevando su nombre en el cartel, ya promete ser otro éxito más para su currículo, ese que tanto le asustaba cuando, con veintipocos años, deambulaba por las calles de Madrid deprimido y pensando»¿Que será de mí?»

Fotografías de Jau Fornes
Maquillaje Erika García
Estilismo: Uxia Blanco
Entrevista Manu Bermúdez


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Me ha sorprendido, revisando tus entrevistas anteriores, descubrir que eres periodista y que ejercías de ello hasta que llegó la interpretación ¿Cómo surge el cambio?

Todos tenemos un pasado (risas). Es la historia de buscar un camino. Mi primer impulso, siendo un niño, fue la interpretación. Tenía un profesor en 7º de EGB que daba un taller de teatro infantil y me encantaba. Ahí descubrí esta profesión, aunque de una manera muy amateur. Con el tiempo, no recuerdo muy bien porqué, lo dejé. Tengo una anécdota muy bonita con este tema. Casi 30 años después de esos talleres, ya rodando “Caníbal”, me encontré con Antonio Galeote, que es un amigo de la infancia, y me dijo que, al dejar la compañía, Don Antonio, que era el profesor del que te hablaba, dijo “Que pena que ese chico se haya ido porque tiene madera de actor.”

Vaya ojo Don Antonio…

Si vive, que espero que sí, debe tener entre 70 y 80 años. Le estaré eternamente agradecido por enseñarme al comienzo de esta profesión.

¿Y cómo sigue tu relación con la actuación después de eso?

En la adolescencia, y ya fuera de contacto con la interpretación, esa vena de actor me llevó a disfrutar haciendo imitaciones. Especialmente de “El butanito”, que era la estrella radiofónica de deportes de la época. Así empecé a fantasear con estudiar periodismo. Recuerdo que era una fantasía un tanto narcisista de hacer algo relacionado con la comunicación, con el público,…

Y en periodismo que te matriculas…

Así fue. Me vine a Madrid en unas circunstancias difíciles, porque acababa de morir mi padre, pero esa aventura me sirvió para tapar ese dolor y comenzar a llenarme de nuevas experiencias y personas. Venía de Málaga y, de repente, empecé a alimentarme de cine, de gente maravillosa como Alberto San Juan, que cambió mi vida por la cantidad de puertas que me abrió al mundo, y todo ha derivado en lo que soy hoy.

Estaba escrito.

No creo en el destino pero uno va haciendo su camino. Mi palabra favorita es “voluntad”. Pero voluntad acompañada de autoconocimiento, basada en talentos y habilidades realistas. Enfocarse en lo que a uno le hace sentir bien y caminar en esa dirección.

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Y el camino te llevó, mientras tanto, a la redacción de periódicos

Mientras estudiaba en Madrid, hacia prácticas durante el verano en radios y algunos periódicos de Málaga. Mi primer trabajo remunerado fue en el Diario Sur, todavía tengo grandes amigos allí. Después de terminar la carrera caí en Canal Sur y me fui a vivir a Sevilla. Alberto, que era mi compañero de piso, me comentó que había decidido estudiar interpretación en la escuela de Cristina Rota en Madrid y, en ese momento, pensé: “¿El Antonio de 40 años perdonará al de 24 no haberlo intentado?”.  Y me lancé. Deje el curro en Canal Sur y me volví a Madrid para estudiar interpretación.

Hiciste lo que recomiendan los padres con ese famoso “Hijo, estudia una carrera y luego ya pruebas con lo de ser actor.”

La herencia pesa. La generación de mis padres era una generación con mucho miedo. El franquismo hizo mucho daño. “Tienes que tener tu casa, tu familia, estabilidad…”. Hay una anécdota que cuento mucho de Manolo Martín Cuenca. Cuando le contaba a su madre sus avances en la profesión con cortometrajes y películas le contestaba “Muy bien hijo, muy bien ¿Pero cuando te hacen fijo en lo del cine?” (Risas). Pues así.

(Risas) Pues tú, si eso existe, desde luego eres buen candidato al contrato indefinido, porque no paras.

Me ha costado casi 40 años. Empecé con la serie “Lleno por favor” al lado de Alfredo Landa. Era el pelo pincho (risas) Hay que decir también que los 90’s fueron unos años difíciles de clasificar (risas). Pero bueno, sembré bastante o, por lo menos, eso creo con la perspectiva de los años.

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¿Nunca tuviste dudas de haber escogido bien?

A los 30 años tuve una crisis tremenda. En aquella época no había móviles. Te quedabas en casa esperando una llamada y eso era agonizante. O llamabas desde una cabina para oír tu contestador y saber si te habían dejado mensajes… En fin, que tuve la crisis de “no quiero estar así”. Yo no estaba preparado para sobrellevar eso. El peso de “Hijo, consigue algo fijo” era demasiado fuerte. Asique volví al periodismo…

Un ir y venir

Siempre fue así. Dejaba los estudios dos meses para irme a presentar un programa en Canal Sur. Iba, me ganaba una pasta y me volvía a Madrid para seguir. Pero me harté de estar así, asique me volví a Sevilla y me salió un programa como presentador de un programa deportivo. Eso fue para mí una gran salida. Me daba estabilidad, que era lo que necesitaba en ese momento.

Ese punto de inseguridad supongo que ahora está superado.

No te creas. Nuestra profesión es así. Lo que pasa es que con los años, y a medida que vas pudiendo permitírtelo, te vas relajando. De todo eso, lo más importante que he aprendido, es a aprender a aceptar el fracaso como una parte fundamental del proceso.

Aún todavía, en momentos gloriosos que me ha dado esta profesión, me sigo acordando de esos momentos en los que nada estaba escrito y todo era incertidumbre. Recuerdo el estreno de “Azul oscuro casi negro”. Todo el mundo estaba felicitándome, queriendo saludarme, tocarme (risas)… El contraste es tan bestia…

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Si te llegan a decir a ti con 30 años que ibas a estar recogiendo un Goya por ese peliculón todo habría sido distinto.

Totalmente. Yo aún me recuerdo deambulando deprimido por las calles de Madrid pensando “¿Qué va a ser de mí?” (Risas) Si se me llega a parecer un hada madrina y me dice que en 10 años iba a estar trabajando con Almodóvar, por ejemplo, me hubiera calmado. O a lo mejor no (risas). A lo mejor hubiera dicho “Joder ¿tengo que esperar 10 años?” (Risas). Al final el que se quiere deprimir siempre encuentra una razón para hacerlo. Mi refrán favorito es “Quién quiere algo siempre encuentra una fórmula, y quien no lo quiere siempre encuentra una excusa”.

En ese camino, como dices, has trabajado con directores magníficos y con estilos muy diferentes ¿Cuál es la experiencia de trabajar con directores tan diferentes? ¿Qué te aporta cada uno de ellos?

Con cada uno aprendes una cosa. He intentado a aprender a mejorar las relaciones humanas. Los rodajes son una especia de “Gran Hermano” donde creas vínculos muy fuertes que luego se deshacen. Pero, independientemente de cual sea el director, al final tienes que hacer tu trabajo. Interpretar. Hay directores con los que tienes que viajar a su mundo, otros que te dejan libertad para que seas tú el que desarrolle el personaje,… Pero al final siempre estás tú.

¿Cómo llevas el tema estrenos, alfombras rojas y esmóquines? Porque ya es casi continuo…

Me divierte. A mí me encanta estar con gente, hablar, encontrarme con compañeros… Aunque es verdad que se soporta mejor porque es algo puntual (Risas) Si fuera tan continuo como dices sería para pegarse un tiro. En San Sebastián, por ejemplo, han sido 12 horas atendiendo a medios y llega un momento que la cabeza se gira. Y luego, vuelves a casa y a llevar a tu hijo al cole (risas).

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Cuéntame algo de “Que Dios nos perdone” que, solo por estar tú y viendo el éxito de las anteriores en las que has participado, ya promete que va a ser otro pelotazo.

Mucha gente me dice “Antonio, es que estás en todas las pelis”. Y lo entiendo. Pero en realidad, este año, solo he estrenado dos. Lo que pasa es que, como dices, son tan mediáticas y tienen estrenos tan potentes que parece que estoy en todos sitios (risas). Para justificarme hay que decir que se hacen 100 pelis al año y yo solo estoy en dos (risas).

Esta película cuenta la persecución policial a un asesino en serie en un entorno de gran agitación social. Ese ambiente genera tensión y, junto a otros elementos como el calor y la propia persecución a un asesino, genera una atmósfera perfecta para un thriller.

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¿Cuál crees que va a ser la respuesta?

Pues creo que va a ser uno de los grandes pelotazos del año. Tiene tanta potencia y un guion tan bueno… Mantiene al espectador alerta y estoy seguro que va a triunfar.

Pues me voy al cine Antonio. A la salida te cuento.

Perfecto (risas). Ya me cuentas que te parece.