Empezaste en una comedia, pero lo tuyo es el papel de villano, con el buen tipo que eres…
Con lo bellísima persona que soy, ¿verdad? Disfruto mucho de esas pocas veces que hago comedia, porque me suelen dar papeles más intensos, pero disfruto mucho también de esos villanos. Creo que muchas tramas, tanto en el cine, en las series y en la literatura, avanzan gracias a ellos, que ponen obstáculos y que son los que hacen que nos movamos. Siempre tienen un peso importante. Lo que hay que intentar es que los villanos tengan menos peso en la vida real.
Hay a quien le agobia que las series en Netflix se consuman a veces en dos días. ¿Te angustia eso? ¿Echas de menos ese esperar a que salga el siguiente capítulo?
Me agobie o no, es el signo de los tiempos, pues el modo de consumir contenido audiovisual ha cambiado. Antes había que esperar una semana para ver el siguiente capítulo y cuando la serie tenía éxito, era todo un suceso y se convertía en el tema central de conversación. Yo a veces también hago ‘binge watching’, pero es un modelo con el que creo que las propias plataformas quieren terminar. Cada vez es más raro que saquen la serie de golpe, porque lo que tardas meses en producir y filmar, la gente se lo ventila en nada, por lo que en cierto modo convierte a las plataformas en una picadora de contenidos. Están recuperando todas la emisión semanal de episodios. Así me vi ‘Succession’, y la disfruté en grande.
A la hora de escribir, ¿eres como Joyce Carol Oates, que le dedica ocho horas diarias a la escritura?
¡Ya me gustaría! He intentado escribir metódicamente y dejar escritas una serie de páginas cada día, pero como decía, mi figura de escritor la mantiene el actor. Si estoy filmando, priorizo la actuación. El actor manda en horarios, pero es cierto que aprovecho huecos en campers de rodaje, hoteles cuando estoy fuera, aviones, trenes, barcos… No tengo esa capacidad, aunque si viviera solo de eso, quizás si tendría mi horario y mi mesa, pero no puedo permitirmelo. Confieso que disfruto de ese caos. Soy muy compulsivo al escribir, escribo mucho a golpes. Puedo escribir mucho de forma muy seguida, incluso intensa y extensa, pero luego me detengo y paso una semana sin tocar el material. No tengo la oportunidad del día a día de la escritura.
Mi figura de escritor la mantiene el actor. Si estoy filmando, priorizo la actuación.
¿Necesitamos narrar para hacer comprensible él caos o para escapar de él?
Necesitamos la narración, como sociedad y como individuos, para articularnos, levantarnos de la cama y afrontar el día. No se puede vivir sin narrativa. El ser humano está abocado a la locura, porque tiene conciencia de la muerte. La vida puede ser angustiosa y si no le damos una narración que justifique nuestra existencia, sería insoportable. De hecho, las luchas políticas son la lucha de dos narraciones diferentes.
¿Te dio cierto pudor sacar tu primera novela?
Siempre te da vértigo. A mí, como me cuesta encontrar el momento de escribir, cuando lo hago el motivo es o explicarme cosas y entender. Si tengo una duda, intento comprenderla escribiendo. Como además no tengo esa ventana permanente para escribir y tengo que encajarlo, escribir me cuesta. Esto tiene dos consecuencias. En primer lugar, que mis novelas son siempre distintas, pues no hago escuelas, series ni continuaciones, porque necesito que cada libro me atraiga, me altere, me divierta, me asuste o me sorprenda. La segunda consecuencia es que acabo exhausto, por lo que cuando entrego el libro, siento una liberación. Para saber si un libro que he escrito va a interesar valoro si me interesa a mí. No me considero excepcional en nada, y si algo me asusta, divierte o altera, creo que le puede pasar a unas cuantas personas más. Cuando hago la última corrección y me gusta, lo entrego y me quito una enorme mochila llena de piedras.