Conocimos a la directora, Audrey Diwan, por ‘El acontecimiento’, una película brutal. ¿Acaso no impone saber que vas a trabajar con alguien tan potente?

Nunca he estado tan nerviosa como en ese proceso de casting. Decidí viajar una noche antes para estar tranquila en París. Tu mente va dónde quiere, y como es una cineasta tan grande, te haces pequeña. Recuerdo que al entrar, sentí que ella tenía una energía muy impactante. Es una mujer brillante y me puse nerviosa. Sin embargo, hice muy bien la escena. Me llamó ella personalmente para ofrecerme el papel y estaba realmente feliz. Esos nervios se fueron, porque es muy cariñosa: te envía mensajes y te dice “qué buena eres”. He trabajado con pocos directores así. Me sentía cuidada y apoyada. Cuando más adelante hablamos del proyecto y del personaje, porque es una película arriesgada, yo estaba tranquila y confiada al saber que ella me iba a cuidar. Es una cineasta maravillosa.

Dices estar habituada a que al final, se queden con la asiática más famosa en los procesos de casting. Vaya pesadilla, ¿no?

Esa es tal cual mi situación. Hay veces que pienso que he hecho bien la prueba, pero siento que tengo que ser tres veces mejor para quedar como finalista. En los grandes proyectos quieren un casting con popularidad y ya de entrada, tienen una lista de actores con los que quieren trabajar. Incluso hay proyectos que se levantan por esos actores y actrices. Te preguntas cómo acceder a oportunidades en las que poder mostrar tu talento. Es complicado, porque al final te toca “el papelito”. Aunque siempre decimos que no existe papel pequeño, muchas veces noto que me cortan todo y que en la cámara, está todo el rato el protagonista, por lo que no tengo espacio para mi personaje. Te has trabajado tu papel y al final, en una escena de un minuto, la cara del protagonista está presente 50 segundos. Es difícil. En ocasiones veo las cosas que he hecho y me han cortado tanto que siento que mi personaje no tiene ni sentido. Para muchos cineastas o productores, los secundarios están al servicio del protagonista. No entienden que en una película buena, todos los personajes tienen que tener su historia. Por eso hay una perspectiva, unas dimensiones y unas capas. Leo el guión y cuando veo el producto final, pienso que la gente no lo va a entender; si llego a recibir ese guión final, lo habría interpretado de otra manera para que la gente lo entendiera. En muchos casos, todo está al servicio del protagonista. Me da rabia.


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¿Cómo se pasa de verte en todos lados por ‘Perdiendo el este’ hasta de repente, ver que el teléfono no suena?

Es el baile de tener mucha confianza en una misma y pensar después que no vales para esto. Es una lucha en la cabeza. No tengo la suerte de tener ofertas y castings todo el rato. Hace un mes hice uno en España y antes de eso, llevaba año y medio sin casting alguno. Nadie me quería ver y es muy duro. Me preguntaba si la gente sabe que existo. Este año estreno ‘Zorro’, tengo tres películas con papeles importantes y protagonizo una, que estrenamos este mes, pero no me llaman para otras cosas. Creo que son rachas y he pasado ya por este proceso. Espero que entre pronto la racha buena, porque tengo ganas de trabajar. Esos momentos te hacen querer más a tu trabajo. Es duro, pero es la industria, es algo habitual. Un amigo me dijo que el trabajo de una actriz es saber esperar y no desesperar. En el fondo, los días de rodaje son escasos al año. Son pocos los que pueden hacer 20 sesiones al día, que dividido en 12 meses, son dos o tres sesiones. Y, ¿qué haces el resto del tiempo?

Eso es: ¿qué haces?

Yo hago cerámica, yoga Ashtanga y leo mucho, porque creo que es una de las mejores cosas para la cabeza, ya que te activa y te hace conectar con otras cosas. También veo mucho cine bueno.

Supongo que el arte te obliga a pausar…

Totalmente. Cuando estás haciendo algo manual, se te para la cabeza un poco. Me gusta hacer cosas con las manos como hacer cerámica, pintura, escribir… Son actividades que te dejan la mente en otro estado. Suponen pausar, reflexionar y poder seguir, porque hay periodos en los que estoy estresada o tengo cierta incertidumbre, incluso cuando estoy sin trabajar, y poder concentrarte en algo, te relaja.

Tu serie de dibujos Woman at Window es muy erótica, al igual que tu papel en Emmanuelle. ¿Te atraen especialmente la belleza y lo erótico?

Nunca lo había pensado así, pero es cierto que siempre me ha interesado mucho la belleza femenina. Pensaba que las mujeres perfectas eran bonitas, hasta que vi una obra de Angelica Liddell en la que un grupo de mujeres corpulentas entraron desnudas a escena. Eran bellísimas. Es casi innata esa atracción hacia la belleza del cuerpo femenino. Nunca le he puesto la etiqueta de erotismo porque lo desnudo no es lo mismo que lo erótico. Hay una liberación en el cuerpo desnudo, es como una manifestación que es linda de ver. Es precioso y liberador poder mostrar confianza y no tener pudor ni timidez. En esto me ha inspirado mucho Julia de Castro. Ella es una mujer que diría: “¿Quieres mirar? Mírame. Todo esto es mío”. Genera una energía alrededor de ella que atrapa y atrae a la gente.

¿No crees que es paradójico vivir en una sociedad sexualizada que luego tiene miedo al placer de la mujer?

Sin duda, y es algo que pasa mucho con los pezones. Nunca llevo sujetador y cuando me pongo una prenda transparente, veo cómo la gente es incapaz de apartar la mirada. Resulta curioso para mí. Incluso si subo una foto a las redes, a veces hay quien me dice “¡Se te ve el pezón!”. “Ya lo sé, ¿qué pasa? ¿Acaso tú no tienes?”. Como comentas, es irónico, porque aunque estamos muy sexualizadas, cuando alguien ve un pezón, se asusta. Ante todo hay mucha gente que aún no entiende que las mujeres nos vestimos para nosotras, porque nos da la gana.

En España nos sigue costando ampliar racialmente el reparto e incluso tengo la impresión de que hay veces que parece que lo hacen por la cuota.

Siento lo mismo. Llevo un año y medio sin un casting. Muchas veces hay cuotas y entramos hacemos de la amiga de una de las protagonistas. Con suerte, tienes una frase. Parece que es guay tener una amiga asiática. A veces, me llaman para hacer un casting en una serie en la que por ejemplo, son cinco amigas. Yo pienso que voy a ser una de las protas y resulta que sería la amiga de alguien. ¿Por qué tengo que ser la amiga? ¿Por qué no puedo hacer el casting principal? De entrada para ellos, con mi perfil, no puedo ser la protagonista. Cuando pasa tantas veces cansa, porque es algo que duele. Amo mi trabajo y rodar, pero el proceso… También existen directoras de casting y directores que hacen papeles no estereotipados y eso me encanta. Ahí pienso que hay esperanza. Tiene que ver con los productores, porque son quienes ponen el dinero. Si los señores no cambian su idea, es complicado.

¿Sientes que hay hombres que te sexualizan por norma?

Puede ser, porque tengo un amigo homosexual de China que me ha comentado lo mismo. Es algo cultural, un prejuicio de una sociedad que tiene una mirada exótica hacia la cultura asiática en general. Quieren probar y tienen curiosidad, pero esa curiosidad no conlleva a veces tanto respecto.

Dijiste que como actriz, intentas ser “la guay y la maja”, pero hay que decir ‘no'». ¿Cuándo aprendiste a hacerlo?

Es complicado, pero muchas veces siento que un no vale cien veces más que el sí. Sabes decir no cuando te reconoces, estás más madura y tienes tus principios. Yo cuando digo no reflexiono sobre si esa negativa ha sido por prejuicios: quiero saber por qué digo que no. Quiero ser consciente de los noes y es un lujo poder decirles. Son años de carrera y económicamente, me puedo permitir decir no para no hacer algo que no me gusta. ¿Para qué sufrir este proceso? Es una suerte poder hacerlo. Recuerdo que Lucy Liu, que me inspiró mucho, dijo que las mujeres tenemos que tener un buen “fuck you money”. Cuando tengas ese dinero y llegue algo que no te gusta, podrás decir que no. Prefiero hacer algo que me inspire a hacer algo sólo para aumentar mi cuenta corriente. Soy autocrítica y me machaco tanto, que prefiero no entrar ahí de antemano. Cuando dije lo de intentar “ser la guay y la maja” fue cuando me preguntaron por un caso del MeToo, acerca de la pertinencia o no de quedar con un director. No me apetece: si me quiere buscar, que llame a mi representante. Lo profesional lo dejamos a lo personal y luego si me caes bien, puedo ser la maja.

Sociedad Negra’ está basado en la novela homónima de Andreu Martín. ¿Te la leiste o fuiste por libre?

Soy una buena lectora, pero en este caso, pregunté al director si era pertinente o no leer el libro, porque sabía que en la novela, mi personaje casi no sale; es un papel pasajero sin mucho fondo ni historia. Me dijo que no. Normalmente suelo leer, porque para mí está bien tener más ideas y perspectivas hacia un personaje, aunque sea diferente al tuyo, y te abre puertas para otras cosas y trabajos. Sin embargo, en este caso nunca me surgió la idea de comprar el libro y leerlo porque el director me dijo que no lo hiciera. Preferimos crear al personaje desde cero.

En la película hablas un catalán de libro… Dime que no ha sido con Duolingo, porque hablas increíble.

Ha sido un trabajo bastante fácil que ha consistido en memorizar. Aprendí las frases por fonética y durante cinco o seis meses, las iba repitiendo hasta que formaron una parte de mi músculo. Comprendo el catalán perfectamente, porque es parecido al español y tiene nombres y verbos parecidos. No olvidemos que el español no es tampoco mi lengua materna, por lo que lo tengo que memorizar todo.

Como dijo Alberto Jo Lee, tu compañero de reparto, es “la película con mayor representación de la comunidad china del cine actual. Y con personajes reales alejados de tópicos humorísticos”. ¿De verdad la gente sigue anclado en ese tipo de chiste digno de cuñado?

Pensaba que no, pero en algún casting, se quiere forzar por ejemplo el acento. La comedia viene de otro lugar. Parece que avanzan las cosas, pero es un avance lento, es como el Chachachá: das dos pasos y vuelves uno hacia atrás. Soy muy graciosa y creo que tendría que hacer comedia, un género que siento que sale de muchos lugares que no son reírse del físico ni del acento. Eso no es comedia, es discriminación. Siempre he intentado que no se burlen de mi cultura y de mi comunidad.