¿No se te hace raro rodar algo tan intenso y que luego el trabajo sea tan corto?
Es la primera vez que me pasa, porque además yo no he hecho prácticamente un capitular, siempre he hecho un personaje fijo excepto una vez. Es como si hicieras un mediometraje.
Y has empalmado con otro proyecto de Netflix más al uso…
Con “El desorden que dejas” me pasó una de esas cosas casi de brujería que me pasan a mi. Yo leí la novela un verano de hace tres años. Me gustó el título y me interesó. Llamé a mi representante y le dije: “He leído una novela y yo soy la protagonista. Me encantaría hacer ese personaje. ¿Cómo hacemos? ¿Podemos comprar los derechos?” ¡Me volví loca! Y me dijo que los derechos ya los tenía alguien… Pasan tres años y Carlos Montero me dice en unos premios Feroz que quería que fuera yo la protagonista. Aluciné. Y aquí estoy, en el proceso de lectura y a punto de empezar a rodar en Coruña.
Cuando echas la vista atrás y ves que llevas tantísimos proyectos en estos 15 años de carrera, ¿cómo lo valoras?
Tampoco lo pienso mucho. Pero me siento muy afortunada y contenta, pero más que de los trabajos, que también, de mi recorrido y crecimiento personal, de cómo he crecido y evolucionado. Me gusta mi camino, creo que he sido muy fiel a lo que quería, sentía y pensaba, y eso a veces es muy complicado, porque hay mucha gente que te puede empujar a otros lugares. Intentar no dejar de ser de verdad es un valor al alza, no es algo habitual. Y yo diría que lo estoy consiguiendo.
Lo que es cierto es que en los últimos diez años ha habido dos Inmas. La Inma Cuesta de hoy tiene poco que ver, para bien, con la otra. Más lanzada, atrevida.
Tiene que ver con que soy una persona que ante la adversidad me remango. No soy una persona a la que sus miedos le hayan echado para atrás. Al revés, al sentir miedo he tenido más necesidad de lanzarme, porque creo que me gusta el vértigo que te produce ese miedo. Siempre me lanzo hacia cosas que me quiten la respiración. Hace diez años, lo de coger un avión e irme sola al otro lado del mundo me angustiaba, pero una se arremanga ante las cosas que la paralizan y dice “Vale, ¿por dónde empiezo? Arreglo la casa”. Y avanzas. No me gusta pasar de puntillas por las cosas, quiero ahondar y profundizar. Así que puedo decir que tengo muchas cosas arregladas. Luego aparecerán otras, pero en general lo tengo todo bastante apañado.
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¿Has tenido la sensación de ‘La de cosas que me he perdido’?
No, porque cada cosa tiene su momento. No estaría preparada para ello. Ahora no me explico cómo lo aguanté, pero gracias a eso he llegado a un lugar en el que me siento más yo que nunca, más libre. Me siento plena y segura. Me quitan el sueño pocas cosas.
En qué momento fuiste consciente de que tu carrera había dado un clic hacía el lugar que ocupas ahora?
No he tenido esa sensación, estoy aquí por vocación. Cuando llegué a enfrentarme a un casting multitudinario trabajando en una tienda de ropa no tenía ese ansia tampoco, ese miedo a que no ocurriera. Era como esperar al autobús, no sé cómo explicarlo, pero tenía la certeza de que iba a ocurrir. Confiaba, no era algo en lo que haya pensando, por lo que no he sentido un clic sino que he ido adaptándome a cada situación. Siempre he sido muy humilde, no sé si es la palabra, pero he sabido que la vida y lo que ocurre siempre es pasajero, por lo que hay que disfrutar de cada momento. Nunca he pensado “Pues a partir de ahora, ya no me voy a tener que preocupar de esto”, porque el día de mañana te puedes quedar sin trabajo. Como no sé qué quiero ser de mayor… Pues ahorraré mucho.
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Desde hace un tiempo a esta parte tienes la opción de elegir, ¿no?
Siempre lo he hecho de esta manera, quizás ahora el prisma es mucho más preciso, pero en cierta manera siempre he elegido dentro de mis posibilidades. Cuando uno ahorra mucho y es poco derrochador, tiene la opción de elegir siempre. Al menos eso creo yo.
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En tu primer protagonista, ‘La Voz Dormida’, al rodar la película teniendo en cuenta que compartiste dos días de rodaje con María León, no sé si imaginabas que ese trabajo al margen de alegrías profesionales te iba a dejar una relación personal tan fuerte con alguien que duraría tantos años.
No me lo imaginaba. Tengo muchos amigos de profesión que son amigos del alma, pero Maria es familia, es mi hermana. Siento que hay un vínculo de sangre de verdad. Fue un flechazo, pero no sabía que se iba a alargar en el tiempo. Yo a María le permito cosas que le permito solo a gente de mi familia. Nuria Gago, que es mi amiga del alma, me dice que a María le permito cosas que a ella no. Es lo mejor que me ha dejado esa película, por encima de todo.