¿En ese momento empiezas a formarte como actor?

No, no fue en ese momento. La serie tuve que dejarla porque mi padre quería escribir un libro sobre la emigración gallega en Londres y me fui a vivir allí con él. Ahí se terminó el asunto y cuando volví no se me pasó por la cabeza retomar la interpretación ni hubo oportunidades para ello. Así que comencé a estudiar audiovisuales en la Universidad de Santiago con la idea de dirigir. Varios profesores me comentaron que era importante conocer textos dramatúrgicos, técnicas de teatro para poder dirigir a los actores… y me apunté en la escuela de interpretación.

Y ahí es donde surge de nuevo el gusanillo…

(Risas) Así es. Las clases de interpretación me empezaron a gustar cada vez más y las de la universidad cada vez menos (risas). Un día que iba a clase con el paraguas, y te lo digo porque en Galicia el paraguas puede llegar a ser una extensión de ti mismo (risas), me llamaron al teléfono. Era una productora que quería hacerme una prueba para un papel. Todavía no se de dónde sacaron mi teléfono y en la prueba no me cogieron, pero eso encendió una luz. Tenía que dedicarme a ello.

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¿Cuándo llega el momento en el que empiezas a sentir que ya eres actor?

Pues cuando me vine a Madrid para hacer “El internado”. Fue todo muy raro.

¿Qué es lo que fue raro?

El ser conocido. Habrá gente que lo disfruta y yo ahora he aprendido a llevarlo de otra manera, a coger el lado bueno y entender a la gente… Pero en ese momento me colocó en un lugar muy incómodo. Me resultaba muy violento, me intimidaba que se acercaran. Ahora analizando, entiendo lo importante que ha sido trabajarlo porque la gente lo puede interpretar como soberbia cuando en realidad lo que sucede es que estás asustadísimo.

¿Qué es lo que ha hecho que dejaras de sentirte así?

No lo sé (risas) Nunca he hecho terapia con este tema. Simplemente lo he ido abrazando e interiorizando como parte de la profesión. He aceptado que la gente lo hace por curiosidad. Yo no soy el tipo de persona que se acercaría donde otra por conocerle de la televisión y, como no es parte de mi conducta, me ha costado entenderlo. Eso es todo, supongo. Bueno (risas) Si es a una mujer como Nieves Álvarez, que sé que la tenéis en portada en esta edición, me lo pensaba (risas).

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«Llevo más años viviendo en Madrid que en ningún otro sitio y sigo teniendo la sensación de estar de visita.»

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