No me digas que partes de la virginidad más absoluta para ponerte a rodar…
En el guión está la estructura, claro, y están todos los personajes y están todos los giros importantes… Y, sobre esa estructura, también muy libre, por supuesto, tenemos una premisa: la bruja tiene que morir; Dorothy tiene que volver a casa; tiene que haber un espantapájaros con problemas mentales y un hombre de hojalata con problemas emocionales; y tiene que haber un león cobarde con problemas de hombría… Están todos esos elementos. Y la bruja buena, y los zapatos, y Totó… Después, se va rellenando de más cosas y más cosas… Porque las películas son algo totalmente orgánico. Son como una bola de nieve, que tu echas a rodar y se llena de mil colores.
Viendo tus anteriores trabajos, el naturalismo es una constante. En “Las Carminas”, en “Arde Madrid”… aquí, en “Rainbow”, también, pero hay mucha más parte de ensoñación. Hay más fantasía. Hay mucho juego.
Ése era para mí el reto. Hacer y meter fantasía sin perder esa conexión realista. También hacer un musical sin perder… eso. Porque, en el musical americano se canta y se baila sin razón. Es una convención. De repente, empiezan a cantar y a bailar y ya. Tú entiendes que es así. Que así es el género. No hay que explicar nada. Yo… yo no quería separarme de la realidad porque me parece que, en la realidad, también hay mucha fantasía y hay momentos mágicos y sensaciones muy turbias que ocurren, que te pasan, incluso viendo la tele, un anuncio de publi, ¿sabes? Y también hay brujas en la realidad y hay hadas también. Momentos mágicos que tienen su música… Que de repente te pones unos auriculares y, vas por la calle, y de repente, todo baila. Eso para mí es realismo… Pero es magia también.
Camisa POLO CLUB
Blazer MANGO MAN
Corbata SALVATORE FERRAGAMO
Pantalón SCOTCH & SODA
Calzado Martinelli
Makeup CHANEL




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Cuando te pusiste a escribir “Rainbow”, ¿de dónde nacía la necesidad de contar esta historia? ¿Qué fue lo que la motivó?
Lo escribimos Javier Gullón y yo justo en pandemia, que yo me iba a ir a Los Ángeles y se cerraron los aeropuertos… Nos conectábamos todos los días cuatro horas y eso también influyó mucho en el tono de la película porque… Había una necesidad, más que nunca, de fantasía, de viajar, de ganas de fiesta. Pero no podíamos evitarlo. También teníamos reflexiones existencialistas del rollo “¿para qué todo?” “¿Y ahora dónde vamos? “¿Y para qué estamos aquí?” Eso también lo tiene “Rainbow”. Las películas, por mucho que uno quiera, ocurren. Yo tengo la sensación de que uno cree que hace películas, pero, en realidad, las descubre. No es tanto “creación” como “descubrimiento”. Es algo que va pasando y que tú vas siguiendo… Y… supongo que tener una niña de 12 años, como tengo yo, que soy padre de Manuela, también influye. Es una película un poco para ella y por ella.
Porque uno encuentra la inspiración en las cosas más cercanas, uno ama o odia lo que más cerca tiene. O desea lo que ve todos los días… Entiendo que en Dorothy habrá muchas cosas de Manuela, claro.
¡Claro! ¡Y de mí! Lo de crecer, lo que significa crecer… De eso va la película. También es fruto de una idea: quería hacer de la peli una pista de baile donde invitar a mucha gente que admiro. No quería hacer una película con dos personajes en una casa ¿sabes? No, no. Esto es un jaleo (risas) Porque la razón de ser de esta película era esa: colaborar con muuuucha gente y, sobre todo, y principalmente, con gente veinteañera. Me parece que hay gente muy joven con mucho que decir y… que me pone mucho artísticamente, que me refresca. “Rainbow” es una película muy joven. Porque me siento joven, aunque ya no lo soy…
¿¡¡Pero cómo que no eres joven, Paco!!?
A ver, por dentro, por dentro… Pero, por fuera, no. Yo tengo un espíritu joven. De curiosidad. Y la gente joven me da muchísima marcha. En “Rainbow”, está Samantha Hudson, está Dora, está Ayax, está Rubén Mármol… Hay músicos, diseñadores, fotógrafos, coreógrafos, bailarines… Es película está llena de colaboraciones de gente que es savia nueva, gente que viene que es fabulosa…