A la hora de trabajar, ¿es más difícil decirle a un proyecto que sí o que no?

Ambas cosas son muy difíciles, porque hay proyectos a los que dices que sí cuando sabes que en realidad dirías que no pero hay circunstancias que son más importantes en ese momento. Pero con aquello que decido, yo voy a tope. Asumo las dificultades de las cosas negativas y me engancho a las cosas positivas que me aporta por poco artísticas que sean.

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¿Cuáles pueden ser esas circunstancias?

Desde la necesidad de trabajar por motivos económicos, o por ansiedad personal, porque hay veces que mantener la maquinaria interpretativa en funcionamiento es casi una cuestión de salud. He tenido la suerte de no haberme visto muchas veces en esta situación, pero me he visto y no hay nada indigno en ello. Pero es cierto que uno prefiere lo fantástico, decir siempre que sí a proyectos que te flipan por todas sus variables y con el banco siempre lleno de dinero. Pero no siempre es así. 

Si el cine es una reunión de amigos, “Litus” ya es la cuadratura del círculo…

Totalmente… En la película, una información va a complicar mucho el devenir de este encuentro de un grupo de amigos que se reúne seis meses después del suicidio de uno de ellos, convocados por el hermano del que se suicidó que soy yo. Es alguien que hace algo que éticamente me parece reprobable, y ese tipo de personajes me resultan muy atractivos. Ponerte en la piel de alguien que hace algo bastante ruin puede parecer siniestro cuando descubres exactamente lo que ha ocultado. Me parece muy atrayente imaginar por donde tiene que pasar un tío en términos de dolor, frustración y miedos para hacer algo así sabiendo que va a hacer daño a la gente que le rodea.

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En tu siguiente película la tragedia personal gira hacia otro sitio, ¿no?

“Te Quiero, Imbécil” es la película que rodé con Laura Maña en Barcelona, y me ofrece el tipo de personaje de comedia romántica que empieza con una tragedia personal porque pide matrimonio y le dicen que no. Pierde el trabajo en los primeros compases de la película, pero lo que me proponía Laura era distinto al resto de personajes que he hecho de este estilo. Primero por el tono de comedia, porque a pesar de hacer mucho el imbécil y reirnos mucho no buscamos el chiste fácil, huimos de determinadas… no sé cómo explicar el comediómetro en qué punto está, pero con el paso del tiempo intento hacer la comedia lo más natural posible. Veo muchísima comedia americana e inglesa, tengo referentes que prefiero no comentar porque cada cual los interpreta, pero creo que hay terreno para investigar en la comedia más natural y en personajes todavía mas cercanos pero que hacen chorradas enormes. Había algo de este personaje, del sentido del humor que tiene, que me hacía tener la sensación de que ese tío no era un perdedor. No es un patito feo que se convierte en príncipe, que es un poco el arco de personaje que empieza en un sitio y acaba en otro. Es un tío que tiene todas las variables para ser un bicho raro encantador, con un sentido del humor especial, con unos gustos que a él le satisfacen pero le hace desfasado. Por pasar de puntillas por la vida se ha quedado en la postadolescencia, en el principio de la etapa universitaria, y no ha querido buscar más. Tiene una novia que “bueno”, tiene un trabajo que “mira”, y lo que hace es intentar acumular lo que él cree que es necesario para ser un hombre del siglo XXI y son todo cosas bastante chorras. Y ese es el punto que nos permite hacer un retrato de lo perdido que está el hombre actual en muchísimas cosas. Es una película que permite hablar de algunos rasgos del machito que han pasado desfasados o algunas cosas en las que los hombres nos hemos quedado desfasados.

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