Argentino de nacimiento y del mundo por convicción. Este actor que aprendió a amar la interpretación sin darse cuenta, de casta le viene, se ha convertido en uno de los más respetados de la profesión a golpe de trabajos que dejan sin aliento. Ricardo Darín es un todoterreno, un actor maestro, una de esas piezas imprescindibles para los amantes del séptimo arte. Su saga continua con Chino, su hijo, al que dice no haber dado consejos por no «marearle con cosas de viejo». Llega a España para promocionar Nieve Negra, su próxima película, en la que se narra un drama familiar que promete ser otro éxito más en su carrera. Charlamos con Darín de sus inicios, de lo bien que se está en el sofá y de la profesión que tanto ama. ¿Nos acompañas?

Fotografía Vincent Urbani
MUAH Juan Pacheco de StudioMuaks (The Artist Talents)
para MAC Cosmetics y GHD
Realización Manu Bermúdez
Asistente realización Mark Cohen
Localización HOTEL PRINCIPAL MADRID

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Esto de interpretar venía en la sangre ¿Me equivoco?

Ya nací dentro del ruedo pero nunca me lo propuse, surgió de manera natural. Mis padres pertenecían al teatro y de ellos aprendí sin darme cuenta. No hubo un momento en el que sintiera la llamada de la profesión. Era como que ya venía en mí.

Has tenido una primera época muy centrada en la televisión, luego más enfocado al cine en argentina… Y más adelante llegó el salto a europa e internacional. Una carrera muy ordenada. ¿La pensaste así?

Es cierto que, viéndolo desde fuera, todo ha salido muy fluido y ordenado, pero te puedo asegurar que no he planeado nada. El camino ha ido dando opciones y las he ido cogiendo, pero nunca premeditadas. Estaba haciendo televisión en argentina y de repente llegó la oportunidad de hacer la primera película. Yo lo viví como un “Caramba. Cine. Será que tiene que ser así a partir de ahora.” Y así fue. En ese momento me alejé de la televisión y me dediqué a hacer cine y teatro. Fue un cambio muy positivo porque me dejó más espacio para empezar a trabajar los papeles. Los tiempos de la televisión son una locura. Es una trituradora.

¿Cuándo se plantea dar el salto a otros países?

El cine lo que tiene es eso, que te da a conocer fuera de casa. Fueron llegando proyectos y en la medida que pude fui subiéndome a alguno de ellos y he llegado hasta acá, pero nunca hubo plan. Esa es la más sincera realidad.

Suena todo muy flow…

Es que soy así (risas) No lo puedo ni lo quiero cambiar.

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«Los tiempos de la televisión son una locura. Es una trituradora.»

 

¿Qué papeles son los que más recuerdas?

Todos te dejan algo. Cada personaje supone un aprendizaje de emociones, de nuevos lugares, personas,… La interpretación es maravillosa porque te nutre de cosas nuevas continuamente, no se puede elegir una sola experiencia. Suman todas. Desde afuera parece que lo que más le importa a uno es lo más reconocido, pero no es así necesariamente.

Aquí en España hay dos películas, “Nueve Reinas” y “El hijo de la novia”, que son las que te dan a conocer, y una que te consagra que es “Truman”. ¿Lo has sentido así también?

Si, es así. Esas dos películas fueron mi primer contacto con el cine español y las disfruté muchísimo precisamente por eso. Truman fue un papel que tiene una historia que cala en la gente. Lo que logra es conectar con el espectador a nivel emocional y eso lo que ha hecho que ese personaje haya llegado tan lejos. Nos ha ayudado a colocarnos, eso está claro (risas). Al menos es mi opinión.

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¿Cómo llevas el lado frívolo de la profesión? Photocalls, fotos, entrevistas…

No te queda más remedio que encarar ese aspecto de la profesión (risas). Sobre todo para nosotros que sabemos el esfuerzo tan enorme que hay detrás de cada producción. Es necesario promocionar y eso hay que tenerlo muy claro para dedicarse a esto. A nivel personal no es lo que más me gusta, para que te voy a mentir. No lo haría jamás si no fuera por ese sentimiento de responsabilidad.

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