Podemos imaginar perfectamente aquella primera vez de Javier en el metro de Madrid. Llega el vagón, se abren las puertas, tumulto de gente que sube y baja y, cuando consigue agarrarse a la barra, mira a la gente y les dirige un sonoro “¡Buenas tardes!”. Inocencia de un chaval que, paquete de embutidos de su madre bajo el brazo, llegó a Madrid huyendo de un destino agrícola al que se resistía y que no podía ni imaginar convertirse en uno de los grandes actores de nuestro país. Mantiene la ilusión por una profesión de la que se considera obrero y tiene la fama asumida como un gigante que le acompaña y con el que ha aprendido a convivir. Sencillo, buena gente y mejor actor. Así de a gusto nos encontramos por primera vez con Javier Cámara.
Fotografía VINCENT URBANI
Asistente fotografía BENITO OLIAS
MUAH YOHANA ROJAS
Studio Muaks
Estilismo PALOMA GONZÁLEZ
Dirección MANU BERMÚDEZ
¿Interpretación por vocación?
No fue nada pensado. Fue más una manera de salir del pueblo y de probarme a mí mismo que podía hacer algo diferente de lo que parecía que me tocaba hacer. Sabía que para poder hacerlo tenía que irme de allí y vi la salida estudiar arte dramático en Madrid. También fue un poco por rebeldía.
¿Y la llegada a la capital y los comienzos estudiando como los viviste?
Pues con mucha prudencia, miedo, inconsciencia,… Era todo un gran descubrimiento y tenía eso que te da la juventud de hacer sencillamente lo que te indica la intuición. Recuerdo los madrugones para ir a la escuela, los paseos conociendo Madrid,… Echando la vista atrás me doy cuenta de lo maravilloso que fue ese momento. Recuerdo una situación muy graciosa en el metro que te hará tener una idea de lo perdido que estaba (risas) La primera vez que cogí el metro, al entrar y ver a toda la gente en el vagón, lo que me salió fue decir en alto un “buenas tardes” (risas). La gente me miraba pensando que estaba loco. Entre las pintas de pueblerino que tenía y la naturalidad con la que lo dije… (Risas) En fin, era un recién llegado y supongo que lo dejé muy claro (risas).
Si pudieras, desde tu situación actual, decirte algo a ti mismo en esos años ¿Qué sería?
Que me relajara y que disfrutara del viaje. A veces el miedo no te deja vivir plenamente el momento, tienes ganas de que todo suceda ya y se te olvida que para todo hace falta un proceso.